(A mi hermano Basilio)
«Creo en los filos del hacha y el machete
que levantan conucos
para que broten golpes de belleza en montes y llanuras»
(Apolinar Núñez)
Parece extraño, pero hasta el miércoles 27 de febrero del presente año no conocía a Baitoa, pequeño municipio perteneciente a la provincia de Santiago y enclavado al sur del municipio cabecera de esta demarcación. Extraño, por cuanto entre Baitoa y la ciudad de Santiago de los Caballeros, donde resido, apenas median veintidós kilómetros de distancia.
De Baitoa solo había leído sus perfiles sociogeográficos trazados poéticamente por uno de sus hijos distinguidos, el poeta Apolinar Núñez * (1946), en uno de sus más populares y no menos irreverentes de sus poemas: «Baitoa es casi un hoyo», publicado en su muy polémico poemario «Poemas decididamente fuñones» (1972)
« Fue en Santiago, República Dominicana, - aclara al respecto el crítico y escritor Pedro Conde Sturla - donde ocurrió la implosión, hace ya mucho tiempo. Aquellos “Poemas decididamente fuñones” (1972) de Apolinar Núñez se hicieron sentir por lo que tenían o querían tener de provocadores e irreverentes, como provocadora e irreverente fue la venta, el éxito de venta de una edición que personalmente realizó el autor... Sus “Poemas decididamente fuñones” – puntualiza Conde Sturla - son simpáticos, agradables a la vista y al tacto, pero quizás no tan decididamente fuñones como querían ser o como una vez parecían» (El Caribe, 27/12/2014).
Según el poeta de los fuñones poemas:
« A mi pueblito lo manean
pendientes, cañadas, barrancos
y contadas planicies
dispuestas como a posta
para huertos o atajos
Baitoa es casi un hoyo»
Pero contrario al decir de este baitoero apasionado, tengo que afirmar, porque así lo pude apreciar, que más que «casi un hoyo», Baitoa es un verdadero hoyo. Para llegar hasta aquí, es necesario descender, ruta abajo, por la vía que hasta allí conduce. Y una vez aquí, se percibe que todo el entorno conforma una hondura semiurbana bordeada, como bien describe el poeta, de «pendientes, cañadas» y «barrancos », y en la que, como también afirma el bardo que nos ocupa, los llanos o planicies son contados o casi brillan por su ausencia.
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